martes, 19 de abril de 2016

Actividades de producción en Prácticas del Lenguaje

ACTIVIDADES DE PRODUCCIÓN

PRÁCTICAS DEL LENGUAJE DE 3º AÑO “A” Y “B”-  PROF. IRMA KABOTH

 


  En 3° año de E. Secundaria leímos cuentos realistas y fantásticos; entre estos últimos analizamos “El reloj”  (de Juliana Beatriz Accoce),  y los alumnos se animaron a cambiarle el final.

  A continuación podrán leer el cuento de la autora; y luego, algunas producciones de nuestros jóvenes escritores en las que apreciarán sus cualidades creativas:

 
  El tren en que venía Irene paró de tal manera que la puerta del vagón quedó justo donde su madre la aguardaba. No halló las cosas como esperaba, aunque no estaba segura si era porque habían cambiado o porque ella las recordaba con más colorido, menos ajadas, como se ven todas las cosas en la infancia. Su madre también estaba distinta, pero eso sí, no por efecto de la memoria, sino del tiempo. Mientras bajaba el equipaje y la abrazaba, y luego mientras caminaban hacia la casa unas pocas cuadras, tuvo la impresión de haber hallado el tiempo que en la ciudad se le iba tan rápido: estaba todo allí acumulado. También le pareció que allí todo tenía el color de la arena.
  La primera ceremonia al llegar a la casa fue tomar mate largamente en la cocina. Irene hablaba de los estudios que estaba por terminar, de las amigas con quienes vivía, del hombre con quien planeaba casarse. Luego comenzó a hacer preguntas sobre el pueblo, sobre sus antiguos compañeros, los que habían partido como ella, los que no se habían ido, los que tres años atrás habían asistido al velorio de su padre y los que no. Con las preguntas llegaron los recuerdos, desordenados, ilegítimos como todos los recuerdos, de su infancia. Del colegio sobre todo recordaba los recreos, los juegos, las tonterías que habían sido para ella grandes aventuras. El recuerdo de un suceso, más nítido que otros, la llenó por un instante de secreta vergüenza.
  En el último año de la primaria, en un descuido de una compañera llamada Anita, Irene le había robado un reloj. Era un reloj de forma oval, con un espejito dentro y una pulsera de cadenita. Era probablemente bañado en oro, pero Irene no se lo había quitado por eso. Lo había hecho simplemente porque el reloj le gustaba mucho. Luego Anita había sospechado de ella y se lo había reclamado insistentemente, pero sin ningún escándalo, y había tratado de persuadirla del valor que para ella tenía el reloj que su madre le había dado; le había prometido que nadie se enteraría si se lo devolvía, pero Irene había negado una y otra vez y había optado por ofenderse ante la desconfianza de su compañera, quien finalmente se resignó a la negativa rogándole que jamás se olvidara de darle cuerda porque —le dijo— era muy delicado y se estropearía mucho. Pronto Irene se dio cuenta de que había sido una tontería quedarse con el reloj, ya que no podría usarlo sin que fuera reconocido, así que tuvo que esconderlo en un hueco que había hecho ella misma bajo una baldosa floja en su cuarto, en donde guardaba sus secretos de la mirada materna. A veces, cuando estaba sola lo sacaba, se lo ponía en la muñeca y le daba cuerda, pero finalmente, cuando dejó el pueblo, el botín quedó allí olvidado.
  Un rato más tarde, mientras se instalaba en su cuarto, que la madre mantenía limpio y en el mismo estado en que lo había dejado, recordó nuevamente el reloj. Corrió un poco la cama, reconoció la baldosa y la levantó, y lo encontró, bastante sucio de verdín. Lo limpió con cuidado y lo guardó en un bolsillo.
  Durante el almuerzo, hizo que su madre le contara todo lo que supiera sobre Anita. Ella —dijo la madre— se había mudado a las afueras hacía años, y no volvía al pueblo desde entonces. En un principio, las malas lenguas dijeron que sus padres la escondían porque estaba embarazada, pero nada confirmó ese rumor. Cuando sus padres murieron, no se la vio en el funeral. Los proveedores que se llegaban hasta su casa tampoco la veían: encontraban su dinero en la puerta y allí dejaban    sus pedidos.
  Irene decidió que iría a verla por la tarde. Se sentía avergonzada y llena de remordimiento, pero sólo ahora, ya mayor, comprendía que su falta era reparable: iría a buscar a Anita y le devolvería su reloj. Sin duda Anita se daría cuenta de lo apenada que estaba y la disculparía. Seguramente lo vería como una cosa de niñas y luego las dos podrían reír juntas del incidente.
  Pidió instrucciones para llegar hasta la casa, a unos ocho kilómetros campo afuera. Hizo chirriar su vieja bicicleta, que hubiera necesitado aceite, por el camino de tierra. Por momentos, se arrepentía de la idea. Tal vez Anita ni siquiera recordara el asunto. Y además, quién sabía qué graves motivos tenía para aislarse de esa forma. Sin duda, ella no era nadie para inmiscuirse, y lo mejor sería volver. Pero la casa ya estaba ante sus ojos. Respiró hondo y bajó de la bicicleta.
  En la puerta, la asustó el salto de un enorme gato manchado. Se tomó un segundo para reponerse, y golpeó. No hubo respuesta. Volvió a golpear. Sintió que alguien levantaba la tapa de la mirilla. Una voz de niña preguntó:
  —¿Quién es?
  —Busco a Anita. Soy Irene, una amiga, Irene Frías.
  —Ah, Irene… Vos… podés pasar —fue la inesperada respuesta.
  La llave giró, giró el picaporte y se abrió la puerta.
  —Irene.
  Irene la reconoció enseguida. En el instante siguiente, el más aterrador de toda su vida, se dio cuenta de que hubiera sido imposible no reconocerla, porque Anita estaba, literalmente, igual que la última vez que la había visto. Tenía el cuerpo de una niña de doce años, su pelo, su rostro. De pie frente a ella, sólo sus ojos no eran los de una niña. Irene oyó de sus labios el reproche más resignado y triste que hubiera oído:
—No le diste cuerda…

PRODUCCIONES ESCRITAS

- Sofía Embrioni, de 3­°A:

  En la puerta, la asustó el salto de un enorme gato manchado. Se tomó un segundo para reponerse, y golpeó. La puerta se abrió lentamente…
-¿Hola?
-Hola- respondió una suave voz
-¿Quién es?
-Soy la hija de Anita- volvió a hablar-. ¿Y vos quién sos?
-Soy Irene, una amiga de tu mamá. ¿Me podrías decir dónde se encuentra Anita?
-¿Cómo sé que en verdad eres su amiga?
-¿Alguna vez tu mamá te contó una historia sobre una niña que robó su reloj?
-Sí, ¿eres tú?
-Sí, y vine a devolv…
-¡Entonces, todo esto es tu culpa!- gritó la niña con furia.
-¡¿Pero qué pasó?!
-Mamá, mamá- salió corriendo y gritando.
  Mientras la niña corría a buscar a su madre, Irene fue detrás de ella para ver lo que ocurría. Cuando llegó al cuarto de Anita, la vio acostada en la cama sin ni siquiera mover un ojo o pestañear. Lo único que se movía era su boca y su corazón.
-¿Anita? ¡¿Qué te ha pasado?!
-No le diste cuerda…
-¿Cómo que no le di cuerda? ¿A qué te refieres?
-Al reloj… Cada minuto que pasaba, mis músculos se paralizaban. Ahora lo único que tengo es mi habla y mi corazón, los únicos motivos por los cuales sigo viva.
-Pero… ¿qué puedo hacer?
-Darle cuerda, pero despacio…
Y poco a poco, el cuerpo de Anita volvió a cobrar vida, Irene le devolvió su reloj y ya ninguna sufriría. Irene se liberó de la culpa por el delito cometido y Anita pudo caminar, abrazar y vivir una vida normal junto a su hija.

- Martín Lobera, de 3­°B:

  En la puerta, la asustó el salto de un enorme gato manchado. Se tomó un segundo para reponerse y golpeó. No hubo respuesta. Golpeó nuevamente, pero en vano, porque apenas golpeó, se dio cuenta de que la puerta estaba abierta. Una vez adentro, Irene vio con increíble asombro que la casa estaba vieja, sucia y llena de telas de araña. Era horrible, no se escuchaba nada, era un silencio de muerte. Aun así, Irene pensó que en una de esas, su amiga se había mudado; no obstante, todas esas dudas se fueron cuando en una baldosa, vio reflejada la cara de Anita, como si fuera una lápida. También pudo ver, fecha de nacimiento y muerte, y lo que más la aterrorizó fue que en la inscripción de esta, decía: “No le diste cuerda”.



- Brenda Sturzeneger, de 3­°B:

  En la puerta, la asustó el salto de un gato manchado. Se tomó un segundo para reponerse y golpeó. Apareció una mujer de la misma edad que Irene. Tenía una apariencia desastrosa y sucia. Irene preguntó:
- ¿Está Anita? Le tengo que devolver algo que es suyo
- Pasá, por favor.
Cuando estaban dentro de la casa, hubo un momento incómodo. Irene tenía la sensación de que la mujer estaba loca, ya que tenía comportamientos extraños.
- ¿Qué necesitás?- dijo la mujer
- Busco a Anita. ¿Dónde está?- le respondió Irene.
  Al escuchar la respuesta, Irene quedó impactada. La mujer era Anita. Ese reloj controlaba su estado mental;  y como la máquina no funcionaba, Anita había perdido la cordura. Irene se dio cuenta, ya que ella empezó a darle cuerda al reloj suavemente, y su amiga comenzó a tener la misma actitud que la Anita que Irene conocía. 

- Guadalupe Pordón, de 3­°B:

  Pero el gato se le tiró encima, impidiendo que Irene volviera a golpear la puerta, y le rasguñó toda la cara. Cuando Irene logró deshacerse del animal, se miró en la ventana de la casa de Anita. Mientras observaba su reflejo, notó la presencia de alguien que la estaba mirando; entonces, se dirigió hasta la puerta y volvió a llamar. Pasaron unos minutos; salió una niña, preguntando quién era y para qué venía. Irene le dijo a la niña que era igual a la última vez que la había visto a Anita, que la buscaba para devolverle un reloj y pedirle disculpas. La niña dijo que era ella, Anita, pero Irene no le creyó. Entonces su amiga le explicó por qué seguía siendo una niña, y eso se debía a que sin ese reloj ella no podía crecer.
  Irene, después de escucharla, le devolvió el reloj. Cuando Anita se lo puso en su mano izquierda, mágicamente, tomó por completo la forma de un adulto. Irene, sin poder creer lo que veía, le pidió perdón y la abrazó. Ana, ya adulta, aceptó sus disculpas y la invitó a pasar a su casa.



viernes, 1 de abril de 2016

Reglamento del Ateneo




REGLAMENTO ATENEO


Objetivos

·         Fomentar el sentido de pertenencia al Colegio.
·         Experimentar el ámbito escolar como un espacio de encuentro.
·         Crecer en la cooperación mutua y la sana competencia.
·         Descubrir el valor de la recreación y el tiempo libre bien empleado.
·         Aprovechar los beneficios que la actividad física tiene para la salud.


      Días y horarios

·         Viernes de 16.30 a 19.00. Se suspenden las actividades en caso de lluvia.


Reglamento

·         El Ateneo es una actividad del Colegio, por lo tanto rigen, para todas sus actividades, el Acuerdo de Convivencia y el Reglamento interno.
·         Los alumnos que reciban alguna sanción por motivos graves durante las actividades escolares curriculares, no podrán ingresar al Ateneo durante el tiempo que la Dirección lo determine.
·         Aquellos alumnos que reiteradamente generen problemas disciplinarios en el desarrollo del Ateneo, podrán ser suspendidos del mismo en forma temporal o definitiva según decisión conjunta entre los responsables del Ateneo y Dirección.
·         Es importante recordar que las actividades deportivas que se desarrollan tienen como finalidad la recreación, siendo por lo tanto más importante participar que ganar.
·         Los alumnos tendrán que estar autorizados por escrito por sus padres para participar del Ateneo. En la misma quedará expresado el modo en que los alumnos se retirarán del colegio (solos o con algún adulto responsable).
·         No será necesario el uso del uniforme del Colegio para participar del Ateneo. El único requisito es la utilización de ropa deportiva para los partidos y torneos programados, y quien asista con ropa informal deberá ser la adecuada a un ámbito escolar.
·         Los alumnos podrán ingresar al Ateneo en el horario que deseen, teniendo como única norma que una vez que se retiran no podrán ingresar nuevamente. Cabe aclarar que el Colegio no se responsabiliza por los alumnos que permanezcan en las inmediaciones de la institución durante el tiempo en que se desarrolla el Ateneo.
·         El acceso y el egreso será por la puerta chica que comunica directamente con el patio.